jueves, 20 de septiembre de 2018

INSTINTO DEL HAMBRE parte 3


AGRESIÓN BIOLÓGICA O PARANOICA

morder nos libera de agresión, 
moler los alimentos con los dientes es masticar,
masticar nos libera de agresión

   No cabe duda que la humanidad sufre de agresión individual suprimida y ha llegado a ser el ejecutor y la víctima de tremendas cantidades de agresión colectiva puesta en libertad. Anticipando una tesis que se probará más tarde podría decir: 

 La agresión biológica se ha convertido en agresión paranoica.

   La agresión tiene un objetivo en común con la mayoría de las emociones: no una descarga sin sentido, sino más bien una aplicación. Las emociones pueden ser excedentes del organismo (es decir, el organismo puede verse en la necesidad de liberarse de ellos), pero hay una diferencia clara entre emociones y simple desperdicio. El organismo debe liberarse de ciertos desperdicios, tales como la orina, y no se preocupa de dónde y cómo logra este fin —pero no hay contacto biológico entre la orina y el mundo exterior. Por otro lado, la mayoría de las emociones requieren como objeto al mundo. Se puede elegir un substituto, como golpear a un perro en vez de a un amigo, ya que el afecto necesita cierto tipo de contacto; pero como otras emociones, no proporcionará satisfacción si se le descarga sin sentido. 

   En el caso de la agresión sublimada es fácil procurar un objeto: el problema puede ser una nuez difícil de cascar, un taladro que muerde el metal, los dientes de una sierra que cortan la madera. Todas estas son salidas excelentes para la agresión, pero nunca se equipararán a la agresión dental, cuya aplicación servirá para diversos propósitos: uno se libra de la irritabilidad y no se castiga poniéndose de mal humor o pasando hambre —desarrolla inteligencia y tiene buena conciencia, porque ha hecho algo "bueno por la propia salud".

   He asentado que la agresión es ante todo una función del instinto de hambre. En principio, la agresión puede ser parte de cualquier instinto —tómese, por ejemplo el papel que la agresión juega en la persecución del objeto sexual. Los términos destrucción, agresión, odio, rabia y sadismo se emplean en la literatura psicoanalítica casi como sinónimos y uno nunca sabe en definitiva si se hace referencia a una emoción, a una función o a una perversión. Aunque nuestro conocimiento no ha avanzado lo suficiente como para hacer distinciones claras, sin embargo deberíamos intentar poner cierto orden en esta terminología. 

Cuando la tensión de hambre se hace alta, el organismo ordena las fuerzas a su disposición. 

   Se experimenta el aspecto emocional de este estado primero como irritabilidad no diferenciada, después como ira y finalmente como rabia. La rabia no es idéntica a la agresión, pero encuentra su desahogo en la agresión, en la inervación del sistema motor como el medio para conquistar el objeto necesitado. Después del "matar", ha de atacarse al alimento mismo; los instrumentos, los dientes, siempre están listos, pero requieren las fuerzas motoras para realizar la tarea. 

   El sadismo pertenece a la esfera de la agresión "sublimada" y casi siempre se encuentra mezclada con impulsos sexuales.La sublimación del instinto de hambre, en cierto modo, es más fácil, y en cierto modo, más difícil que la del instinto sexual: más fácil en cuanto que siempre encontramos objetos para la agresión (todo trabajo, especialmente todo trabajo manual, sublima la agresión —un herrero o un leñador no agresivo es una paradoja).

  Lo peligroso de un instinto es pretender apagarlo y lo único que se logra es descomponer su función vital para convertirlo en adicción a la autodestrucción.

No es posible apagar las pulsiones de vida, se debe educar y redirigir.

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                                                                                                                                     F.S. Perls en su libro "YO, HAMBRE Y AGRESIÓN" pp 151-153

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