jueves, 20 de septiembre de 2018

INSTINTO DEL HAMBRE parte 2



LAS RESISTENCIAS


"para el animal no existe la necesidad de 
devolver el alimento que le disgusta. 
No come ningún alimento que no desea"


      La repugnancia es una resistencia oral de mucha importancia. Es un síntoma prominente (especialmente como estar harto) en la neurastenia. La repugnancia reprimida desempeña un papel esencial en el carácter paranoico. He observado un caso límite entre paranoia y carácter paranoico que sufría de vómitos repetidos, pero sin la experiencia emocional de la repugnancia. No se pudieron descubrir bases "orgánicas". La repugnancia es esencialmente un fenómeno humano. Aunque hay algunas observaciones sobre animales (especialmente domesticados ) en esta dirección, se puede decir, como regla general, que para el animal no existe la necesidad de devolver el alimento que le disgusta. No come ningún alimento que no desea. 

   Según la teoría del instinto representada en este libro, un trozo de carne tirado en un prado no existe para la vaca, nunca llega a convertirse en "figura", no la come y por ello no le produce repugnancia. Sin embargo, en el entrenamiento del ser humano, la repugnancia desempeña un papel importante.


   La repugnancia significa la no aceptación, el rechazo emocional del alimento por el organismo propiamente dicho, ya sea que el alimento esté realmente en el estómago o garganta o tan sólo se imagine que está allí. Por decirlo de algún modo, ha escapado a la censura del gusto y ha llegado hasta el estómago. Cuando una persona, al ver algo podrido (o cualquier cosa que suscita su aversión) siente asco, se comporta "como si" lo que le asquea estuviera ya en su estómago. Experimenta sensaciones que varían desde una molestia ligera hasta un estado bilioso — hasta podría vomitar, aunque lo que le repugna está en realidad fuera de él. 


   Este tipo de resistencia pertenece a la clase de aniquilación. Hay una resistencia adicional de importancia especial, una resistencia contra la resistencia: la represión de la repugnancia. Por ejemplo, un niño al que le disgusta por completo cierto alimento puede sentirse asqueado y vomitarlo.

   Se castiga al niño, porque se supone que ha de comer de todo, y se le obliga una y otra vez a comer el alimento que le disgusta. De esta forma, al buscar un modo de salir del conflicto, engulle el alimento rápidamente (para evitar el sabor molesto) y trata, en la mayoría de los casos con éxito, de no saborear cosa alguna. De esta forma desarrolla una falta de gusto, una frigidez oral. Uso con toda intención el término frigidez, ya que este proceso se parece mucho a aquel por el cual una mujer, temerosa por diversas razones de sus sensaciones genitales, desarrolla frigidez, capacitándose así, por un lado, a "sufrir" la aproximación sexual del hombre, y por otro, ahorrándose los conflictos que surgirían entre ellos si ella cediera a su repugnancia y temor. 

   El que no emplea sus dientes mutilará su habilidad para emplear sus funciones destructivas en su propio provecho. Debilitará sus dientes y contribuirá a su deterioro. El hecho de no preparar su alimento físico para la asimilación tendrá repercusiones en su estructura caractereológica y sus actividades mentales. En los peores casos de pobre desarrollo dental las gentes siguen, por así decir, siendo niños de pecho por toda la vida. Aunque rara vez nos encontramos con alguien que haya permanecido como niño de pecho completo, que nunca haga uso de sus dientes, encontramos a muchas personas que limitan sus actividades dentales a alimento suave, que se licúa con facilidad, o a alimento quebradizo, que produce la impresión de que se emplean los dientes, pero que no requiere realizar una cantidad substancial de esfuerzo. 

El niño de pecho es dependiente de su madre, y las personas que retienen esta actitud durante la vida siguen siendo codependientes ilimitados (por ejemplo, chupadores de sangre, vampiros o buscadores de oro). Esperan siempre algo a cambio de nada.

No han alcanzado el equilibrio necesario para la vida de adulto: el principio de dar y tomar. 

  Como no es probable que la gente llegue muy lejos con un carácter así o lo ocultan o pagan por él indirectamente. Se reconoce a esta gente por su modestia exagerada o por su falta de consistencia. En la mesa, este codependiente inhibido se ve en aprietos ante cada plato que se le ofrece, pero una observación más de cerca revelará muy pronto la voracidad que existe detrás de la modestia. Arrebata los dulces cuando nadie observa, y se presentará astutamente y con muchas disculpas con exigencias cada vez mayores. Dale la mano y se tomará todo el cuerpo. Convierte en sacrificio el menor favor que hace y espera por él un premio de gratitud y alabanza. La mayor parte de las veces sus dones son promesas vacías, halagos mezquinos y comportamiento servil. 

   Su opuesto es el codependiente sobrecompensado que no considera el alimento como algo entendido, sino que vive en un miedo inconsciente y permanente de inanición. Se le encuentra con frecuencia entre servidores públicos que sacrifican su individualidad e independencia a cambio de seguridad. Yace en el seno del Estado, confiando en una pensión de ancianidad y asegurando con ello su alimento para el resto de sus días. Una ansiedad semejante impulsa a muchos a acumular dinero y cada vez más dinero, para que el interés (la leche) del capital (la madre) fluya sin cesar. Ya es suficiente en cuanto al aspecto caractereólógico del cuadro. El descubrimiento de los orígenes en el pasado no es idéntico a una cura en el presente.

 El pensamiento histórico simplemente ayuda a comprender el carácter del codependiente. El simple darse cuenta de su subdesarrollo (sentirlo, como yo le llamo, o la transposición del Inconsciente al Consciente, como Freud le llama) puede hacer que el paciente se sienta avergonzado o acepte su carácter oral. Tan sólo si aprende cómo aplicar sus instrumentos para morder, los dientes, será capaz de superar su subdesarrollo. Así pondrá a trabajar su agresión en su lugar biológico apropiado; ni se sublima, ni se exagera, ni se suprime; por ello armoniza con su personalidad. 



Codependencia y compensacion emocional esta directamente relacionada con los habitos alimenticios infantiles.

                                                                                                                                                            F.S. Perls en su libro "YO, HAMBRE Y AGRESIÓN" pp 145-150

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