viernes, 28 de septiembre de 2018

INSTINTO DEL HAMBRE parte 4


CONCENTRACIÓN EN LA COMIDA

"habrá visto alguna vez 
a un voraz impaciente devorador,
comportándose como un niño de pecho"

   Constituye los "medios con los que" se elimina el cuello de botella de las inhibiciones mentales. Si usted descubre que resta importancia a los capítulos sobre el instinto de hambre y especialmente si siente deseos de pasarlos por alto, puede tomar esto como una indicación de que tiene inhibiciones dentales y actitudes neuróticas muy arraigadas.

   Permítaseme explicar una vez más, con brevedad, la diferencia fundamental entre los estadios predental y dental. El niño de pecho se concentra activamente en una sola acción —el mordisco de dependencia. Este mordisco de dependencia significa la creación de un vacío que es similar al de un casquete de goma cuando se presiona contra una ventana. No hay necesidad de sostenerlo mientras prosigue la acción de succionar. Después del mordisco de dependencia preliminar cesa la actividad consciente del niño. El niño de pecho, para mantener el vacío, prosigue realizando movimientos inconscientes subcor-ticales. Durante este periodo al niño le va entrando cada vez más sueño hasta que, finalmente, queda dormido. Interpretamos la "sonrisa" del niño ya alimentado como expresión de felicidad, pero simplemente es relajación completa, el colapso del mordisco de dependencia motor.

 De este cuadro debemos sacar dos conclusiones.

   En primer lugar, el ritmo de alimentación del niño de pecho, con su tensión decreciente, muestra una curva por completo distinta de la curva de la gratificación sexual con su tensión creciente y una declinación drástica —un hecho que proporciona una prueba ulterior contra la teoría de la libido.

   La segunda conclusión, que a este respecto nos interesa más, es el hecho de que el niño de pecho necesita tan sólo un instante de concentración, mientras que el adulto, en su necesidad de enfrentarse a alimentos sólidos, tiene que concentrarse durante todo el proceso de comer.

   La asimilación apropiada del alimento sólido requiere la concentración continua y consciente en la destrucción, el gusto y la "sensación" del material ingerido continuamente cambiante.

Carece de utilidad tratar de corregir el propio comer en tanto que no se comprenda perfectamente esta diferencia fundamental.

   No debería ser difícil, ya que en cierto momento uno debe haber visto a algún voraz, impaciente devorador que comportándose como un niño de pecho, manifestando interés real por el alimento sólo antes de la comida; en cuanto se sienta a la mesa, su comportamiento manifiesta las características del mordisco de dependencia; se concentra sólo en el primer gusto y mordisco; luego, como el niño de pecho, cae en un estado de trance, al menos por lo que se refiere al proceso de comer, invirtiendo su interés en pensar, sueños diurnos, la conversación o la lectura.

 El alimento sólido desciende por su garganta "como si" fuera una bebida y su incapacidad para producir un cambio en la estructura y sabor de su aumento (exactamente como no se realiza un cambio en la estructura o sabor de la bebida) se refleja en su actitud básica hacia la vida.

 Tiene miedo o es incapaz de producir cambios en sí mismo o en su medio ambiente, aun cuando sería deseable. No puede decir "no", ya que teme que la benevolencia podría transformarse en antagonismo. Se apega a costumbres gastadas en vez de remplazarías por instituciones mejores y teme al riesgo que un cambio total, aún en una situación con buenas perspectivas, podría implicar.

   Nunca conseguirá independencia, por resultarle la confluencia con su medio ambiente tan deseable como la confluencia con su madre para.el niño de pecho. No se ha logrado el sentimiento de individualidad que exige la percepción de fronteras que separan. O también, se ha levantado un muro artificial, representado por el apretamiento de la boca, la negativa a tener contacto alguno con el mundo, que lleva a soledad, falta de interés y contacto, misantropía y aburrimiento. 

   Los dos fenómenos, la confluencia completa (falta de individualidad) y la resistencia completa contra la confluencia (simulación de una individualidad) podemos encontrarlos como extremos en los síntomas de automatismo y negativismo en la demencia precoz.

 En la primera fase, el paciente sigue en forma automática cualquier orden que se le dé, y en la última, hace exactamente lo opuesto de lo que se le ha dicho. En casos menos extremos encontramos excesiva obediencia y desafío.

comes, bebes o tragas los alimentos

F S Perls en su libro: "Yo, hambre y agresión"

jueves, 20 de septiembre de 2018

INSTINTO DEL HAMBRE parte 3


AGRESIÓN BIOLÓGICA O PARANOICA

morder nos libera de agresión, 
moler los alimentos con los dientes es masticar,
masticar nos libera de agresión

   No cabe duda que la humanidad sufre de agresión individual suprimida y ha llegado a ser el ejecutor y la víctima de tremendas cantidades de agresión colectiva puesta en libertad. Anticipando una tesis que se probará más tarde podría decir: 

 La agresión biológica se ha convertido en agresión paranoica.

   La agresión tiene un objetivo en común con la mayoría de las emociones: no una descarga sin sentido, sino más bien una aplicación. Las emociones pueden ser excedentes del organismo (es decir, el organismo puede verse en la necesidad de liberarse de ellos), pero hay una diferencia clara entre emociones y simple desperdicio. El organismo debe liberarse de ciertos desperdicios, tales como la orina, y no se preocupa de dónde y cómo logra este fin —pero no hay contacto biológico entre la orina y el mundo exterior. Por otro lado, la mayoría de las emociones requieren como objeto al mundo. Se puede elegir un substituto, como golpear a un perro en vez de a un amigo, ya que el afecto necesita cierto tipo de contacto; pero como otras emociones, no proporcionará satisfacción si se le descarga sin sentido. 

   En el caso de la agresión sublimada es fácil procurar un objeto: el problema puede ser una nuez difícil de cascar, un taladro que muerde el metal, los dientes de una sierra que cortan la madera. Todas estas son salidas excelentes para la agresión, pero nunca se equipararán a la agresión dental, cuya aplicación servirá para diversos propósitos: uno se libra de la irritabilidad y no se castiga poniéndose de mal humor o pasando hambre —desarrolla inteligencia y tiene buena conciencia, porque ha hecho algo "bueno por la propia salud".

   He asentado que la agresión es ante todo una función del instinto de hambre. En principio, la agresión puede ser parte de cualquier instinto —tómese, por ejemplo el papel que la agresión juega en la persecución del objeto sexual. Los términos destrucción, agresión, odio, rabia y sadismo se emplean en la literatura psicoanalítica casi como sinónimos y uno nunca sabe en definitiva si se hace referencia a una emoción, a una función o a una perversión. Aunque nuestro conocimiento no ha avanzado lo suficiente como para hacer distinciones claras, sin embargo deberíamos intentar poner cierto orden en esta terminología. 

Cuando la tensión de hambre se hace alta, el organismo ordena las fuerzas a su disposición. 

   Se experimenta el aspecto emocional de este estado primero como irritabilidad no diferenciada, después como ira y finalmente como rabia. La rabia no es idéntica a la agresión, pero encuentra su desahogo en la agresión, en la inervación del sistema motor como el medio para conquistar el objeto necesitado. Después del "matar", ha de atacarse al alimento mismo; los instrumentos, los dientes, siempre están listos, pero requieren las fuerzas motoras para realizar la tarea. 

   El sadismo pertenece a la esfera de la agresión "sublimada" y casi siempre se encuentra mezclada con impulsos sexuales.La sublimación del instinto de hambre, en cierto modo, es más fácil, y en cierto modo, más difícil que la del instinto sexual: más fácil en cuanto que siempre encontramos objetos para la agresión (todo trabajo, especialmente todo trabajo manual, sublima la agresión —un herrero o un leñador no agresivo es una paradoja).

  Lo peligroso de un instinto es pretender apagarlo y lo único que se logra es descomponer su función vital para convertirlo en adicción a la autodestrucción.

No es posible apagar las pulsiones de vida, se debe educar y redirigir.

  .

                                                                                                                                     F.S. Perls en su libro "YO, HAMBRE Y AGRESIÓN" pp 151-153

INSTINTO DEL HAMBRE parte 2



LAS RESISTENCIAS


"para el animal no existe la necesidad de 
devolver el alimento que le disgusta. 
No come ningún alimento que no desea"


      La repugnancia es una resistencia oral de mucha importancia. Es un síntoma prominente (especialmente como estar harto) en la neurastenia. La repugnancia reprimida desempeña un papel esencial en el carácter paranoico. He observado un caso límite entre paranoia y carácter paranoico que sufría de vómitos repetidos, pero sin la experiencia emocional de la repugnancia. No se pudieron descubrir bases "orgánicas". La repugnancia es esencialmente un fenómeno humano. Aunque hay algunas observaciones sobre animales (especialmente domesticados ) en esta dirección, se puede decir, como regla general, que para el animal no existe la necesidad de devolver el alimento que le disgusta. No come ningún alimento que no desea. 

   Según la teoría del instinto representada en este libro, un trozo de carne tirado en un prado no existe para la vaca, nunca llega a convertirse en "figura", no la come y por ello no le produce repugnancia. Sin embargo, en el entrenamiento del ser humano, la repugnancia desempeña un papel importante.


   La repugnancia significa la no aceptación, el rechazo emocional del alimento por el organismo propiamente dicho, ya sea que el alimento esté realmente en el estómago o garganta o tan sólo se imagine que está allí. Por decirlo de algún modo, ha escapado a la censura del gusto y ha llegado hasta el estómago. Cuando una persona, al ver algo podrido (o cualquier cosa que suscita su aversión) siente asco, se comporta "como si" lo que le asquea estuviera ya en su estómago. Experimenta sensaciones que varían desde una molestia ligera hasta un estado bilioso — hasta podría vomitar, aunque lo que le repugna está en realidad fuera de él. 


   Este tipo de resistencia pertenece a la clase de aniquilación. Hay una resistencia adicional de importancia especial, una resistencia contra la resistencia: la represión de la repugnancia. Por ejemplo, un niño al que le disgusta por completo cierto alimento puede sentirse asqueado y vomitarlo.

   Se castiga al niño, porque se supone que ha de comer de todo, y se le obliga una y otra vez a comer el alimento que le disgusta. De esta forma, al buscar un modo de salir del conflicto, engulle el alimento rápidamente (para evitar el sabor molesto) y trata, en la mayoría de los casos con éxito, de no saborear cosa alguna. De esta forma desarrolla una falta de gusto, una frigidez oral. Uso con toda intención el término frigidez, ya que este proceso se parece mucho a aquel por el cual una mujer, temerosa por diversas razones de sus sensaciones genitales, desarrolla frigidez, capacitándose así, por un lado, a "sufrir" la aproximación sexual del hombre, y por otro, ahorrándose los conflictos que surgirían entre ellos si ella cediera a su repugnancia y temor. 

   El que no emplea sus dientes mutilará su habilidad para emplear sus funciones destructivas en su propio provecho. Debilitará sus dientes y contribuirá a su deterioro. El hecho de no preparar su alimento físico para la asimilación tendrá repercusiones en su estructura caractereológica y sus actividades mentales. En los peores casos de pobre desarrollo dental las gentes siguen, por así decir, siendo niños de pecho por toda la vida. Aunque rara vez nos encontramos con alguien que haya permanecido como niño de pecho completo, que nunca haga uso de sus dientes, encontramos a muchas personas que limitan sus actividades dentales a alimento suave, que se licúa con facilidad, o a alimento quebradizo, que produce la impresión de que se emplean los dientes, pero que no requiere realizar una cantidad substancial de esfuerzo. 

El niño de pecho es dependiente de su madre, y las personas que retienen esta actitud durante la vida siguen siendo codependientes ilimitados (por ejemplo, chupadores de sangre, vampiros o buscadores de oro). Esperan siempre algo a cambio de nada.

No han alcanzado el equilibrio necesario para la vida de adulto: el principio de dar y tomar. 

  Como no es probable que la gente llegue muy lejos con un carácter así o lo ocultan o pagan por él indirectamente. Se reconoce a esta gente por su modestia exagerada o por su falta de consistencia. En la mesa, este codependiente inhibido se ve en aprietos ante cada plato que se le ofrece, pero una observación más de cerca revelará muy pronto la voracidad que existe detrás de la modestia. Arrebata los dulces cuando nadie observa, y se presentará astutamente y con muchas disculpas con exigencias cada vez mayores. Dale la mano y se tomará todo el cuerpo. Convierte en sacrificio el menor favor que hace y espera por él un premio de gratitud y alabanza. La mayor parte de las veces sus dones son promesas vacías, halagos mezquinos y comportamiento servil. 

   Su opuesto es el codependiente sobrecompensado que no considera el alimento como algo entendido, sino que vive en un miedo inconsciente y permanente de inanición. Se le encuentra con frecuencia entre servidores públicos que sacrifican su individualidad e independencia a cambio de seguridad. Yace en el seno del Estado, confiando en una pensión de ancianidad y asegurando con ello su alimento para el resto de sus días. Una ansiedad semejante impulsa a muchos a acumular dinero y cada vez más dinero, para que el interés (la leche) del capital (la madre) fluya sin cesar. Ya es suficiente en cuanto al aspecto caractereólógico del cuadro. El descubrimiento de los orígenes en el pasado no es idéntico a una cura en el presente.

 El pensamiento histórico simplemente ayuda a comprender el carácter del codependiente. El simple darse cuenta de su subdesarrollo (sentirlo, como yo le llamo, o la transposición del Inconsciente al Consciente, como Freud le llama) puede hacer que el paciente se sienta avergonzado o acepte su carácter oral. Tan sólo si aprende cómo aplicar sus instrumentos para morder, los dientes, será capaz de superar su subdesarrollo. Así pondrá a trabajar su agresión en su lugar biológico apropiado; ni se sublima, ni se exagera, ni se suprime; por ello armoniza con su personalidad. 



Codependencia y compensacion emocional esta directamente relacionada con los habitos alimenticios infantiles.

                                                                                                                                                            F.S. Perls en su libro "YO, HAMBRE Y AGRESIÓN" pp 145-150

INSTINTO DEL HAMBRE parte 1


Concentración en los alimentos

   "El hambre de alimento mental y emocional 
se comporta como el hambre física." 

   En el primer estadio encontramos el embrión, que es semejante a cualquier otro tejido de la madre; obtiene todo el alimento que requiere vía la placenta y el cordón umbilical —la comida licuefacta y químicamente preparada, lo mismo que la cantidad necesaria de oxígeno. En los primeros estadios estos alimentos son proporcionados a los tejidos sin esfuerzo alguno por parte del feto, aunque más tarde el corazón del embrión toma parte en la distribución. 

   Con el nacimiento el cordón umbilical deja de funcionar, se corta la línea vital entre madre e hijo y para mantenerse vivo, el recién nacido se enfrenta a tareas que — sencillas para nosotros— pueden resultar difíciles para el pequeño organismo. Tiene que proporcionarse su propio oxígeno, es decir, comenzar a respirar, y tiene que asimilar el alimento, no se requiere todavía desmenuzar estructuras sólidas, pero se deben reducir y diluir químicamente las moléculas de proteínas de la leche en substancias más simples. Sin embargo, el niño recién nacido debe desempeñar un papel activo consciente: el mordisco de dependencia. 

   En la siguiente fase brotan los dientes anteriores del niño y con ello aparecen los primeros medios para atacar alimento sólido. Estos dientes anteriores actúan como tijeras, implicando también el uso de los músculos de la mandíbula, aunque en nuestra civilización su empleo se ve remplazado con frecuencia por el del cuchillo, con el resultado del deterioro de los dientes y su función. La tarea de los dientes es destruir la estructura bruta del alimento. Los pezones de la madre se convierten en "algo" que morder. 

   Los golpes repetidos condicionarán al niño a una inhibición del morder. El morder se identifica con hacer daño y recibir daño. Sin embargo, el trauma de retribución no se encuentra con tanta frecuencia como la frustración traumática debida al retiro del pecho (destete prematuro o repentino). Cuanto más se inhibe la actividad de morder, menos desarrollará el niño la capacidad para manejar un objeto en caso de que y cuando la situación lo exija. 

   Si el desarrollo dental se detuviera después de la aparición y empleo de los dientes anteriores, seríamos capaces de morder un trozo bastante grande en pedazos pequeños, pero la digestión de esos pedazos pondría a prueba nuestro aparato químico y requeriría un tiempo considerable. Al reducirse una substancia a partes más pequeñas, mayor es la superficie que ofrece a la acción química. La tarea de los molares es destruir los pedazos de alimento; la masticación es el último estadio de la preparación mecánica para el siguiente ataque por medio de los jugos químicos del cuerpo. La mejor preparación para una digestión conecta es reducir el alimento a una pulpa casi fluida mezclándolo completamente con saliva. 

   Pocas personas se dan cuenta de que el estómago es simplemente cierto tipo de piel incapaz de habérselas con pedazos. El organismo, a veces, para compensar la falta de masticación, produce una cantidad excesiva de ácido estomacal y pepsina. No obstante, este ajuste entraña el peligro de desarrollar una úlcera gástrica o duodenal

   Los diferentes estadios del desarrollo del instinto de hambre pueden clasificarse como:
  •  prenatal (antes del nacimiento) 
  •  predental (mamar)
  •  incisivo (morder) y 
  •  molar (morder y masticar). 

   Antes de entrar en detalles del aspecto psicológico de estos diferentes estadios me gustaría detenerme en un tema ya tocado antes: el tema de la impaciencia. Muchos adultos tragan el alimento sólido "como si" fuera líquido, algo que se debe pasar a tragos. A este habito le caracteriza siempre la impaciencia. Exigen la satisfacción inmediata de su hambre —no han desarrollado interés por destruir el alimento sólido-. Su impaciencia se combina con voracidad e incapacidad para lograr satisfacción, un hecho que aclararemos más tarde.

   Para percibir la íntima relación entre voracidad e impaciencia, tan sólo hay que observar la excitación, voracidad e impaciencia de un niño de pecho cuando bebe. La función de contacto del niño de pecho se restringe al mordisco de dependencia y el resto de la alimentación es confluencia (fluere = fluir). Cuando los adultos tienen mucha sed, se comportan en forma parecida sin ver nada malo en ello. Pero la gente que engulle alimentos sólidos confunde lo sólido con lo líquido, con el resultado de que ni desarrollan la capacidad para masticar, para hacer un trabajo completo, ni la capacidad para permanecer en suspenso. 

   Hagan una comparación entre el que come impacientemente (que desde luego siempre encontrará una excusa para su prisa, como "no tener tiempo") con la persona que espera el tranvía. Para la mente del que come vorazmente, llenar la boca es en cierto sentido una "figura", como lo es el tranvía para el que impacientemente lo espera. En ambos casos se espera la confluencia, aquí el flujo conjunto de imagen y realidad, y sigue siendo el impulso primario. El llenar la boca no se retrotrae hacia el fondo, como debiera ser, y el placer de saborear y la destrucción del alimento no llega a ser el centro de interés —"la figura". 

   Sobre todo, permanece sin gratificación la tendencia destructora, que debería tener su salida biológica natural en el empleo de los dientes. Encontramos aquí las mismas funciones de más y menos qué en las evitaciones. La función destructora, aunque en sí no es un instinto, sino un instrumento muy poderoso del instinto de hambre, es "sublimada" —apartada del objeto "alimento sólido". Se manifiesta en forma nociva: matar, hacer guerra, crueldad, etc., o por medio de retroflexión, como torturadora y hasta autodestrucción. 

   Se trata con frecuencia a experiencias puramente mentales (deseos, fantasías, soñar despierto) "como si" fueran realidades objetivas. En las neurosis obsesivas y en otras se puede, por ejemplo, advertir que un deseo de hacer algo prohibido es tratado y castigado por la conciencia de una forma similar a como las autoridades legales castigan la mala acción real. De hecho, muchos neuróticos no pueden establecer diferencia entre una mala acción imaginaria y una real. En las psicosis la confluencia de imaginación y realidad con frecuencia conduce al paciente no sólo a esperar, sino a infligir castigo real por acciones imaginarias. 

   El hambre de alimento mental y emocional 
se comporta como el hambre física. 

   K. Horney observa atinadamente que el neurótico vive permanentemente ávido de afecto, pero que su avidez nunca se ve satisfecha. Un factor decisivo en este comportamiento del neurótico es que no asimila el afecto que se le ofrece. O se niega a aceptarlo o lo implora, de tal forma que le resulta molesto o sin valor en cuanto lo ha obtenido. 

   Del mismo modo que. estas personas no tienen paciencia para masticar el alimento real, así tampoco se dan el tiempo suficiente para "masticar" el alimento mental. Como la época moderna promueve el comer apresuradamente en gran medida, no es sorprendente oír al astrónomo que dijo: 

"hay dos cosas infinitas, hasta donde sabemos, el universo y la estupidez humana". 

Hoy sabemos que esta afirmación no es muy correcta.
 Einstein ha demostrado que el universo tiene límites. 

F.S. Perls en su libro "YO, HAMBRE Y AGRESIÓN" pp 140-144