jueves, 25 de octubre de 2018

Empatia y Simpatia, Binomio Complejo



Empatía y SIMPATÍA
Binomio complejo

Dr. Nse. Luis María Labath Casís

   En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se dan definiciones de ambos términos que son escurridizas:

    empatía es la participación afectiva, por lo común emotiva, de un sujeto en una realidad ajena; 
    simpatía, una inclinación afectiva entre personas, generalmente, espontánea y mutua.

   El binomio empatía-simpatía, con usos y significaciones en la historia del pensamiento, con sutilidades de acercamiento y alejamiento, no siempre es bien apreciado en la vida cotidiana.



   Se trata de conceptos que remiten a la vida emocional de las personas, es decir, ambos términos se encuadran en el campo de los afectos, razón por la cual establecen algunas diferencias. Empatía, la capacidad de percibir, entender e introyectar la emoción del otro, simpatía, además de implicar la sintonía con el otro, conlleva una respuesta emocional en forma de comprensión y ayuda ante la actitud ajena.

   Primera conclusión: no es una diferencia de tipo semántico o lingüístico, sino de intención de conducta. Esto se sustenta en dos apreciaciones:

   En primer lugar, una teoría del sistema emocional de los seres humanos que, poco a poco, se ha ido viendo como una dimensión esencial de la naturaleza humana junto a la esfera cognitiva.

   En segundo lugar, como ambos términos se encuadran en el mundo afectivo, muchos teóricos se inclinan por verlos como dos procesos complementarios de la vida emocional, en donde la empatía precediese y tuviera como consecuencia indefectible el efecto de la simpatía. O sea, originalmente, se siente acerca de, es decir, se empatiza, lo que hace posible un sentir dentro que conduce a una determinada conducta, es decir, se simpatiza

   La simpatía alude a la capacidad de percibir, compartir y acompañar emocionalmente los estados mentales ajenos, un concepto popularizado filosóficamente por Hume, muy cercano al de la compasión. Posee un contenido básicamente afectivo, que puede ser observado en niños pequeños y en primates cognitivamente poco desarrollados.

  Por su parte, la empatía es una habilidad más cognitiva que afectiva. Refiere especialmente a la capacidad de reconocer las creencias ajenas, sus necesidades y sentimientos.

   Incluso si no se los comparte o si no movilizan psicológicamente, pueden utilizarse para manipular el comportamiento de otros.



   En el mundo de la filosofía y las neurociencias existe un debate permanente respecto de si es viable o no separar simpatía y empatía, y la demostración de que sí es posible es la existencia de personas con gran capacidad empática, pero mínima o ninguna habilidad simpática.

  Por otra parte, es hoy reconocida la existencia de individuos (sobre todo bebés muy pequeños e incluso animales) capaces de percibir el sufrimiento ajeno y sentirse afectados sin tener todavía un desarrollo cognitivo suficientemente complejo como para entender, o siquiera imaginar, la situación por la que la otra persona o criatura está pasando.

  Por eso la posibilidad de efectuar cierta distinción entre empatía y simpatía como capacidades diferentes que se complementan y se pueden potenciar mutuamente en ciertas circunstancias. Todo parece indicar que la simpatía es evolutivamente anterior a la empatía.

  Es simpatía cuando contagia la emoción del otro, cuando se agotan los recursos para apoyar a otro a superar una situación, o cuando se pierde la posibilidad de auto-protegerse por el dolor ajeno. La simpatía impide la visión de la realidad cuando la propia emoción lo obstaculiza con interpretación individual y única, supeditada a una valoración exclusiva.

  En cambio, la empatía permite conocer, reconocer, comprender, apreciar y valorar lo que le pasa al otro, sin perder la consciencia de lo que está sucediendo: "le pasa a él y no a mí".

  Ésta es una cierta protección para no absorber problemas que no son propios, además de una forma de mantener la capacidad y los recursos para estar presentes y dispuestos a ayudar si es necesario. Es mucho más que ponerse en los zapatos de otros, es lo que conduce a ser los mejores amigos del mundo, excelentes socios, buenos padres o líderes inspiradores; en síntesis, lleva a cultivar relaciones sinceras y de gran calidad.

  Para lograrlo, es primordial saber escuchar, preguntar y guardar silencio, tanto en la mente como en la conversación; requiere de observar sin juzgar, reconocer e interpretar las emociones ajenas, sintonizar con esas emociones a fin de entenderlas en un ambiente de intimidad y confianza, construyendo relaciones profundas y duraderas.


   No obstante, la empatía no navega sola, requiere asociarse con la asertividad o habilidad personal para expresar ideas, deseos y necesidades sin invadir o desacreditar las necesidades y apetencias de otro. Es posible empatizar con alguien sin estar de acuerdo con esa persona en cuanto se ha logrado entender al otro. A partir de ello, determinar con claridad por qué no se está de acuerdo con él y, de ser posible, mantener una relación de mutuo respeto en la que no haya espacio para generar una visión común.

 Hay personas con una disposición natural para ser empáticos: son temperamentos apasionados y melancólicos. Es decir, con alta emotividad, aunque estas cualidades nunca son garantía de caer bien a los demás o de ser carismáticos.

   Es precisamente la sutil línea que separa a la persona empática de la persona simpática. La primera, con una actitud de atender y entender al otro, la segunda, que busca la aceptación por parte de otros. En el primer caso, lo más importante es mostrar interés por la otra persona, en el segundo, se busca que el otro tenga interés en uno.

  Seguro es que muchas de las relaciones humanas comienzan con un interés por ser agradables a otros o ser simpáticos, aunque conforme se va escuchando y crece el interés mutuo el camino hacia la empatía se allanará.

  Queda claro que tener simpatía no es igual a ser empático y viceversa. Más aún, puede destacarse una u otra, o ambas cualidades simultáneamente. El empático tiene una capacidad cognitiva especial para identificarse con otra persona porque percibe y siente; es como ubicarse exactamente “dentro del otro”. El simpático siente una inclinación afectiva, amistosa, espontánea, mutua con una cualidad atractiva y agradable del carácter de la otra persona.

  Ubicarse en el interior de otro es solidaridad, esfuerzo voluntario, objetivo y racional, una intención de comprender el comportamiento ajeno, es ser empático para abandonar el prejuicio ético-moral limitante. A la vez, considerar otras variantes de acción y sus repercusiones en el medio, cuando un acto individual nunca es igual, ni en el mismo escenario ni con idénticos personajes.

   Sopesar la empatía supone valorar el impulso por entender a otra persona, manera de apaciguar las habituales reacciones de rechazo al diálogo, de implantar una óptima tolerancia, de búsqueda enfática y solución óptima de los encuentros. Enjuiciar con empatía resulta de mucho peso en los intentos, obliga a reaccionar como si fuéramos el otro, "salirse de la piel y colocarse enfrente", comprobar qué y cómo son las emociones ajenas y los motivos de ciertas decisiones. Es lo que se conoce como inteligencia interpersonal, o lo que un individuo diferente puede llegar a percibir. “La realidad no puede ser mirada si no desde el punto que cada uno ocupa, fatalmente en el universo” (J. Ortega y Gasset).

  En 1996, el grupo de Giacomo Rizzolatti descubrió un tipo de neuronas ―denominadas neuronas espejo― en el córtex ventral pre-motor de los monos macacos (zona que corresponde al área de Broca en el cerebro humano) que se activan del mismo modo cuando las acciones son realizadas por ellos mismos que cuando son producidas por un tercero. Éstas actúan literalmente como espejo reflejando la sensación de cómo otro se sentiría en el propio cerebro.


    No se trata de neuronas motrices, sino de neuronas situadas en la corteza pre-motora que no se estimulan simplemente al presentarse un estímulo, tampoco al observar a otra persona efectuar un movimiento o acción: lo hacen cuando el estímulo visual efectivo implica la interacción de la mano con el objeto de manera accidental, o al ver desarrollar una acción siendo meros observadores.

   Una neurona espejo, o ‘mirror neuron’, es una célula nerviosa que se activa y descarga cuando un animal ejecuta una acción o cuando observa mientras el otro la realiza, especialmente, si ambos son miembros de la misma especie.

   Estas neuronas espejo, y su descubrimiento, dieron pie a una enorme cantidad de especulaciones e hipótesis sobre el papel funcional que podrían tener, y se emprendieron experimentos para determinar si el ser humano y otros animales tenían sistemas parecidos, relacionados con la empatía, el lenguaje, el aprendizaje, reconocimiento de las emociones, la imitación y el autismo. La hipótesis general inicial fue descubrir la relación directa entre empatía y las neuronas espejo.


   Las deducciones no tardaron en llegar y se comprobó que el alto funcionamiento de las neuronas espejo (sistema emocional o motor) estaba correlacionado con una alta puntuación en el test de empatía y, en segundo orden, que el bajo funcionamiento de las neuronas espejo mostraba lo contrario.

   A través de ello es posible estremecerse ante las interpretaciones de los actores de cine y de teatro, leyendo un libro o disfrutando de una transmisión deportiva. Estas neuronas explican la cualidad natural del ser humano para establecer empatía con otro. Por ejemplo, vivir la sensación de dolor al ver caer a alguien; de placer cuando ríe, porque para ellas no hay diferencias entre lo hecho por uno u otro, sino que el conocimiento de otro se amplía y también sus intenciones, con las que no siempre hemos de estar de acuerdo porque empatía no implica simpatía.

   La función de estas neuronas ha sido objeto de mucha especulación para comprender las intenciones de otras personas y para el aprendizaje de nuevas habilidades por imitación. Por tanto, la empatía es la mano invisible que permite extender la propia sensibilidad a otro. Así se aprende a sonreír, hablar, caminar o bailar, porque es un fenómeno que está presente en la naturaleza humana y madura a través de la cultura.

   Vilayanur Ramachandran, uno de los pioneros en neurociencias, llama a estas células neuronas Gandhi o neuronas de empatía, y afirma que desempeñan un papel esencial en la estructura de la cultura, el desarrollo de las habilidades sociales, las redes sociales y el conocimiento.

    Reconoce la imitación como la base de las relaciones humanas por ser una sofisticada forma de inteligencia para entender a los demás y el mundo que los rodea, porque la cultura consiste en colecciones masivas de capacidades y conocimientos complejos que se transmiten de persona a persona a través de dos medios centrales: el lenguaje y la imitación, que nos han liberado de la genética al reforzar la capacidad de aprender los unos de los otros.

   El gran cambio del cerebro en la evolución se ha debido a la adaptación genética que le da a las neuronas espejo un rol específico para acelerar los avances en comprensión, comunicación y aprendizaje. Es posible ejercer influencias en los demás con la propia actitud, aceptando con ello una enorme responsabilidad y consciencia de lo que es posible irradiar, o, la huella que deja en otros o en el medio, el propio devenir. De no existir la actividad de las neuronas espejo, nunca sabríamos en qué consiste el amor verdadero, no se sabría intuir lo que significa una caricia o una sonrisa


   Para Ramachandran, las neuronas espejo podrían ser a las neurociencias lo que el ADN fue para la biología: un marco unificador capaz de explicar gran cantidad de capacidades del cerebro humano. Incluso, el científico especuló que el surgimiento de las neuronas espejo pudo haber sido la infraestructura para que los pre-homínidos desarrollaran habilidades como el protolenguaje, el aprendizaje por imitación, la empatía, la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y, sobre todo, la teoría de las otras mentes, que no es sino la capacidad de comprender que otras personas pueden tener creencias, conocimientos y visiones distintas. Gracias a esto nos preguntamos cosas que no conocemos, pero otros sí, y decimos otras que quizás ellos ignoran.

   Ramachandran sugiere que el sistema de neuronas espejo podría ser responsable de una de las habilidades más peculiares del nuestro cerebro: la de leer la mente. Pero no como lo proponen las fantasías telepáticas, sino como la capacidad para deducir las intenciones de otras personas, predecir su comportamiento y ser más astutos que ellos. Los negocios, las guerras y la política son pródigos en ejemplos de este maquiavelismo que caracteriza al primate humano.

   Volviendo al tema del binomio, aunque todo es importante para la correcta interpretación, es posible remarcar que la empatía señala la actitud de un sujeto hacia otro a través de los sentimientos que experimenta, lo que se diferencia del contagio emocional, porque éste surge cuando una persona vive el mismo estado afectivo sin conservar ninguna distancia cuando desaparece.

   La empatía describe la capacidad intelectiva para vivenciar la manera en que siente otro individuo, el mejor modo de comprender el comportamiento ajeno, la forma de tomar decisiones, la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás: "ponerse" en su lugar y responder correctamente a sus reacciones emocionales.

     Paulatinamente se transforma en una destreza básica de la comunicación interpersonal al permitir el entendimiento sólido entre dos personas; la empatía es fundamental para comprender en profundidad el mensaje del otro y establecer el diálogo, escuchar, entender los problemas ajenos o las motivaciones. En cambio, simpatía significa una comunidad de sentimientos que existen entre dos o más personas cuando son mutuos y nacen de manera espontánea, fruto de una personalidad que supone reacciones alegres, educadas y agradables frente a las situaciones cotidianas.


   Puede notarse cuando una persona saluda a otras, cuando enfrenta la realidad con gracia y alegría sin ser entendida, necesariamente, como sentido del humor. La persona que posee simpatía no es necesariamente alguien que se considere cómica o graciosa, sino que presenta una actitud agradable y afable en las circunstancias que le tocan vivir.

   Una actitud simpática es la que hace que alguien se sienta cercano otro y pueda demostrar acompañamiento a partir de esa cercanía en términos de sensaciones o sentimientos. No es, necesariamente, una actitud alegre, sino más bien una actitud solidaria o agradable de uno a otro que está sufriendo o se encuentra en situación compleja y, con el correr del tiempo, el hecho de conocer más a la otra persona, crece lo que, en principio, no existía a través de la habilidad de inferir los pensamientos y sentimientos ajenos.


  Uno de los elementos claves de la inteligencia emocional es la empatía, porque pertenece al dominio interpersonal y se ha convertido en el rasgo característico de las relaciones interpersonales exitosas. La simpatía, como atributo natural, embellece al individuo, acaricia a los que rodea y fomenta especiales encuentros con óptima reciprocidad de afectos. Es sinónimo de alegría y libertad exquisita, transforma al privilegiado en un permanente creador de momentos especiales con sabores insaciables de intenciones de volver a vivirlos.

  Las impuras intenciones pueden hacer fingir parte del binomio, pero al descubrir esta mentira le sucede una profunda frustración e intenso dolor.

  La honestidad de sentir y aplicar estas cualidades es un hecho esencial para construir relaciones interpersonales superlativas, precisamente, por expresar emociones y sentimientos correctos, y utilizar un lenguaje directo, no ofensivo, fortaleciendo el vínculo que evita malentendidos.

   La simpatía, es natural, debe usarse de manera espontánea, para que sea amplia y satisfactoria; la empatía surge, en cambio, de una perspectiva responsable por una vida auténtica, con significados y tolerancia, un medio idóneo para acortar las brechas de separación y enconos.

  Una y otra son indispensables para preservar el buen trato y para establecer un camino común con sentido común universal.

Dr. Nse. Luis María Labath Casís
 Ex Director Médico del Hospital de Alta Complejidad José María Cullen de Santa Fe.
Ex Docente de Clínica Médica de la Faculta de Medicina de Rosario.
Ex Secretario de la Escuela de Graduados de Medicina Interna de Asociación Médica Argentina.



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