Empatía y SIMPATÍA
Binomio complejo
Dr. Nse. Luis María Labath Casís
En el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua se dan definiciones de ambos
términos que son escurridizas:
empatía es la participación afectiva, por lo común
emotiva, de un sujeto en una realidad ajena;
simpatía, una inclinación afectiva
entre personas, generalmente, espontánea y mutua.
El binomio
empatía-simpatía, con usos y significaciones en la historia del pensamiento,
con sutilidades de acercamiento y alejamiento, no siempre es bien apreciado en
la vida cotidiana.
Se trata de conceptos que remiten a la vida
emocional de las personas, es decir, ambos términos se encuadran en el campo de
los afectos, razón por la cual establecen algunas diferencias. Empatía, la
capacidad de percibir, entender e introyectar la emoción del otro, simpatía,
además de implicar la sintonía con el otro, conlleva una respuesta emocional en
forma de comprensión y ayuda ante la actitud ajena.
Primera
conclusión: no es una diferencia de tipo semántico o lingüístico, sino de
intención de conducta. Esto se sustenta en dos apreciaciones:
En primer lugar, una teoría del sistema
emocional de los seres humanos que, poco a poco, se ha ido viendo como una
dimensión esencial de la naturaleza humana junto a la esfera cognitiva.
En segundo lugar, como ambos términos se
encuadran en el mundo afectivo, muchos teóricos se inclinan por verlos como dos
procesos complementarios de la vida emocional, en donde la empatía precediese y
tuviera como consecuencia indefectible el efecto de la simpatía. O sea,
originalmente, se siente acerca de, es decir, se empatiza, lo que hace posible
un sentir dentro que conduce a una determinada conducta, es decir, se simpatiza
La simpatía alude a la capacidad de
percibir, compartir y acompañar emocionalmente los estados mentales ajenos, un
concepto popularizado filosóficamente por Hume, muy cercano al de la compasión.
Posee un contenido básicamente afectivo, que puede ser observado en niños
pequeños y en primates cognitivamente poco desarrollados.
Por su
parte, la empatía es una habilidad más cognitiva que afectiva. Refiere
especialmente a la capacidad de reconocer las creencias ajenas, sus necesidades
y sentimientos.
Incluso si
no se los comparte o si no movilizan psicológicamente, pueden utilizarse para
manipular el comportamiento de otros.
En el
mundo de la filosofía y las neurociencias existe un debate permanente respecto
de si es viable o no separar simpatía y empatía, y la demostración de que sí es
posible es la existencia de personas con gran capacidad empática, pero mínima o
ninguna habilidad simpática.
Por otra parte, es hoy reconocida la
existencia de individuos (sobre todo bebés muy pequeños e incluso animales)
capaces de percibir el sufrimiento ajeno y sentirse afectados sin tener todavía
un desarrollo cognitivo suficientemente complejo como para entender, o siquiera
imaginar, la situación por la que la otra persona o criatura está pasando.
Por eso la posibilidad de efectuar cierta
distinción entre empatía y simpatía como capacidades diferentes que se
complementan y se pueden potenciar mutuamente en ciertas circunstancias. Todo
parece indicar que la simpatía es evolutivamente anterior a la empatía.
Es simpatía cuando contagia la emoción del
otro, cuando se agotan los recursos para apoyar a otro a superar una situación,
o cuando se pierde la posibilidad de auto-protegerse por el dolor ajeno. La
simpatía impide la visión de la realidad cuando la propia emoción lo
obstaculiza con interpretación individual y única, supeditada a una valoración
exclusiva.
En cambio,
la empatía permite conocer, reconocer, comprender, apreciar y valorar lo que le
pasa al otro, sin perder la consciencia de lo que está sucediendo: "le
pasa a él y no a mí".
Ésta es una cierta protección para no
absorber problemas que no son propios, además de una forma de mantener la
capacidad y los recursos para estar presentes y dispuestos a ayudar si es
necesario. Es mucho más que ponerse en los zapatos de otros, es lo que conduce
a ser los mejores amigos del mundo, excelentes socios, buenos padres o líderes
inspiradores; en síntesis, lleva a cultivar relaciones sinceras y de gran
calidad.
Para lograrlo, es primordial saber escuchar,
preguntar y guardar silencio, tanto en la mente como en la conversación;
requiere de observar sin juzgar, reconocer e interpretar las emociones ajenas,
sintonizar con esas emociones a fin de entenderlas en un ambiente de intimidad
y confianza, construyendo relaciones profundas y duraderas.
No obstante, la
empatía no navega sola, requiere asociarse con la asertividad o habilidad
personal para expresar ideas, deseos y necesidades sin invadir o desacreditar
las necesidades y apetencias de otro. Es posible empatizar con alguien sin
estar de acuerdo con esa persona en cuanto se ha logrado entender al otro. A
partir de ello, determinar con claridad por qué no se está de acuerdo con él y,
de ser posible, mantener una relación de mutuo respeto en la que no haya
espacio para generar una visión común.
Hay personas con una
disposición natural para ser empáticos: son temperamentos apasionados y
melancólicos. Es decir, con alta emotividad, aunque estas cualidades nunca son
garantía de caer bien a los demás o de ser carismáticos.
Es precisamente la sutil línea que separa a
la persona empática de la persona simpática. La primera, con una actitud de
atender y entender al otro, la segunda, que busca la aceptación por parte de
otros. En el primer caso, lo más importante es mostrar interés por la otra
persona, en el segundo, se busca que el otro tenga interés en uno.
Seguro es que muchas de las relaciones
humanas comienzan con un interés por ser agradables a otros o ser simpáticos,
aunque conforme se va escuchando y crece el interés mutuo el camino hacia la
empatía se allanará.
Queda claro que tener simpatía no es igual a
ser empático y viceversa. Más aún, puede destacarse una u otra, o ambas
cualidades simultáneamente. El empático tiene una capacidad cognitiva especial
para identificarse con otra persona porque percibe y siente; es como ubicarse
exactamente “dentro del otro”. El simpático siente una inclinación afectiva,
amistosa, espontánea, mutua con una cualidad atractiva y agradable del carácter
de la otra persona.
Ubicarse en el interior
de otro es solidaridad, esfuerzo voluntario, objetivo y racional, una intención
de comprender el comportamiento ajeno, es ser empático para abandonar el
prejuicio ético-moral limitante. A la vez, considerar otras variantes de acción
y sus repercusiones en el medio, cuando un acto individual nunca es igual, ni
en el mismo escenario ni con idénticos personajes.
Sopesar la empatía supone valorar el impulso
por entender a otra persona, manera de apaciguar las habituales reacciones de
rechazo al diálogo, de implantar una óptima tolerancia, de búsqueda enfática y
solución óptima de los encuentros. Enjuiciar con empatía resulta de mucho peso
en los intentos, obliga a reaccionar como si fuéramos el otro, "salirse de
la piel y colocarse enfrente", comprobar qué y cómo son las emociones
ajenas y los motivos de ciertas decisiones. Es lo que se conoce como inteligencia
interpersonal, o lo que un individuo diferente puede llegar a percibir. “La
realidad no puede ser mirada si no desde el punto que cada uno ocupa,
fatalmente en el universo” (J. Ortega y Gasset).
En 1996, el grupo de Giacomo Rizzolatti
descubrió un tipo de neuronas ―denominadas neuronas espejo― en el córtex
ventral pre-motor de los monos macacos (zona que corresponde al área de Broca
en el cerebro humano) que se activan del mismo modo cuando las acciones son
realizadas por ellos mismos que cuando son producidas por un tercero. Éstas
actúan literalmente como espejo reflejando la sensación de cómo otro se
sentiría en el propio cerebro.
No se
trata de neuronas motrices, sino de neuronas situadas en la corteza pre-motora
que no se estimulan simplemente al presentarse un estímulo, tampoco al observar
a otra persona efectuar un movimiento o acción: lo hacen cuando el estímulo
visual efectivo implica la interacción de la mano con el objeto de manera
accidental, o al ver desarrollar una acción siendo meros observadores.
Una neurona espejo, o ‘mirror neuron’, es
una célula nerviosa que se activa y descarga cuando un animal ejecuta una
acción o cuando observa mientras el otro la realiza, especialmente, si ambos
son miembros de la misma especie.
Estas
neuronas espejo, y su descubrimiento, dieron pie a una enorme cantidad de
especulaciones e hipótesis sobre el papel funcional que podrían tener, y se
emprendieron experimentos para determinar si el ser humano y otros animales
tenían sistemas parecidos, relacionados con la empatía, el lenguaje, el
aprendizaje, reconocimiento de las emociones, la imitación y el autismo. La
hipótesis general inicial fue descubrir la relación directa entre empatía y las
neuronas espejo.
Las deducciones no tardaron en llegar y se
comprobó que el alto funcionamiento de las neuronas espejo (sistema emocional o
motor) estaba correlacionado con una alta puntuación en el test de empatía y,
en segundo orden, que el bajo funcionamiento de las neuronas espejo mostraba lo
contrario.
A través de ello es posible estremecerse
ante las interpretaciones de los actores de cine y de teatro, leyendo un libro
o disfrutando de una transmisión deportiva. Estas neuronas explican la cualidad
natural del ser humano para establecer empatía con otro. Por ejemplo, vivir la
sensación de dolor al ver caer a alguien; de placer cuando ríe, porque para
ellas no hay diferencias entre lo hecho por uno u otro, sino que el
conocimiento de otro se amplía y también sus intenciones, con las que no
siempre hemos de estar de acuerdo porque empatía no implica simpatía.
La función de estas neuronas ha sido objeto
de mucha especulación para comprender las intenciones de otras personas y para
el aprendizaje de nuevas habilidades por imitación. Por tanto, la empatía es la
mano invisible que permite extender la propia sensibilidad a otro. Así se
aprende a sonreír, hablar, caminar o bailar, porque es un fenómeno que está
presente en la naturaleza humana y madura a través de la cultura.
Vilayanur Ramachandran, uno de los pioneros
en neurociencias, llama a estas células neuronas Gandhi o neuronas de empatía,
y afirma que desempeñan un papel esencial en la estructura de la cultura, el
desarrollo de las habilidades sociales, las redes sociales y el conocimiento.
Reconoce la imitación como la base de las
relaciones humanas por ser una sofisticada forma de inteligencia para entender
a los demás y el mundo que los rodea, porque la cultura consiste en colecciones
masivas de capacidades y conocimientos complejos que se transmiten de persona a
persona a través de dos medios centrales: el lenguaje y la imitación, que nos
han liberado de la genética al reforzar la capacidad de aprender los unos de
los otros.
El gran cambio del cerebro en la evolución
se ha debido a la adaptación genética que le da a las neuronas espejo un rol
específico para acelerar los avances en comprensión, comunicación y
aprendizaje. Es posible ejercer influencias en los demás con la propia actitud,
aceptando con ello una enorme responsabilidad y consciencia de lo que es
posible irradiar, o, la huella que deja en otros o en el medio, el propio
devenir. De no existir la actividad de las neuronas espejo, nunca sabríamos en
qué consiste el amor verdadero, no se sabría intuir lo que significa una
caricia o una sonrisa
Para Ramachandran, las neuronas espejo
podrían ser a las neurociencias lo que el ADN fue para la biología: un marco
unificador capaz de explicar gran cantidad de capacidades del cerebro humano.
Incluso, el científico especuló que el surgimiento de las neuronas espejo pudo
haber sido la infraestructura para que los pre-homínidos desarrollaran
habilidades como el protolenguaje, el aprendizaje por imitación, la empatía, la
capacidad de ponerse en los zapatos del otro y, sobre todo, la teoría de las
otras mentes, que no es sino la capacidad de comprender que otras personas
pueden tener creencias, conocimientos y visiones distintas. Gracias a esto nos
preguntamos cosas que no conocemos, pero otros sí, y decimos otras que quizás
ellos ignoran.
Ramachandran sugiere que el sistema de
neuronas espejo podría ser responsable de una de las habilidades más peculiares
del nuestro cerebro: la de leer la mente. Pero no como lo proponen las
fantasías telepáticas, sino como la capacidad para deducir las intenciones de
otras personas, predecir su comportamiento y ser más astutos que ellos. Los
negocios, las guerras y la política son pródigos en ejemplos de este
maquiavelismo que caracteriza al primate humano.
Volviendo al tema del binomio, aunque todo
es importante para la correcta interpretación, es posible remarcar que la
empatía señala la actitud de un sujeto hacia otro a través de los sentimientos
que experimenta, lo que se diferencia del contagio emocional, porque éste surge
cuando una persona vive el mismo estado afectivo sin conservar ninguna
distancia cuando desaparece.
La empatía describe la capacidad intelectiva
para vivenciar la manera en que siente otro individuo, el mejor modo de
comprender el comportamiento ajeno, la forma de tomar decisiones, la habilidad
para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás:
"ponerse" en su lugar y responder correctamente a sus reacciones
emocionales.
Puede
notarse cuando una persona saluda a otras, cuando enfrenta la realidad con
gracia y alegría sin ser entendida, necesariamente, como sentido del humor. La
persona que posee simpatía no es necesariamente alguien que se considere cómica
o graciosa, sino que presenta una actitud agradable y afable en las
circunstancias que le tocan vivir.
Una actitud simpática es la que hace que
alguien se sienta cercano otro y pueda demostrar acompañamiento a partir de esa
cercanía en términos de sensaciones o sentimientos. No es, necesariamente, una
actitud alegre, sino más bien una actitud solidaria o agradable de uno a otro
que está sufriendo o se encuentra en situación compleja y, con el correr del
tiempo, el hecho de conocer más a la otra persona, crece lo que, en principio,
no existía a través de la habilidad de inferir los pensamientos y sentimientos
ajenos.
Uno de los elementos claves de la
inteligencia emocional es la empatía, porque pertenece al dominio interpersonal
y se ha convertido en el rasgo característico de las relaciones interpersonales
exitosas. La simpatía, como atributo natural, embellece al individuo, acaricia
a los que rodea y fomenta especiales encuentros con óptima reciprocidad de
afectos. Es sinónimo de alegría y libertad exquisita, transforma al
privilegiado en un permanente creador de momentos especiales con sabores
insaciables de intenciones de volver a vivirlos.
Las impuras
intenciones pueden hacer fingir parte del binomio, pero al descubrir esta
mentira le sucede una profunda frustración e intenso dolor.
La honestidad de sentir y aplicar estas
cualidades es un hecho esencial para construir relaciones interpersonales
superlativas, precisamente, por expresar emociones y sentimientos correctos, y
utilizar un lenguaje directo, no ofensivo, fortaleciendo el vínculo que evita
malentendidos.
La simpatía, es natural, debe usarse de
manera espontánea, para que sea amplia y satisfactoria; la empatía surge, en
cambio, de una perspectiva responsable por una vida auténtica, con significados
y tolerancia, un medio idóneo para acortar las brechas de separación y enconos.
Una y otra son indispensables
para preservar el buen trato y para establecer un camino común con sentido
común universal.
Dr. Nse. Luis María Labath Casís
Ex Director
Médico del Hospital de Alta Complejidad José María Cullen de Santa Fe.
Ex Docente de Clínica Médica de la Faculta de
Medicina de Rosario.
Ex Secretario de la Escuela de Graduados de
Medicina Interna de Asociación Médica Argentina.
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