Seguir al pez descerebrado
La forma más antigua de la
sociedad en el sentido más lato de la palabra es la formación de multitudes
anónimas, de que nos dan el mejor ejemplo los peces en alta mar.
La tropa entera puede
responder a los estímulos que provocan atracciones, o sea “taxias positivas”,
aun cuando un solo individuo sea el que las recibe.
(“Inducción social” entre los
sociólogos) hace que un banco de peces sea más difícil de mover cuantos más
individuos lo componen y mayor es su instinto gregario.
Cuantos más son los peces que
se apartan en la misma dirección obedeciendo a algún estímulo externo, mas son
las probabilidades de que los siga el banco entero.
Pero cuanto mayor es el
banco y por ende mayor su resistencia a dejarse arrastrar, menos se alejarán
sus individuos emprendedores antes de volver al banco como atraídos por un imán.
Al ver esos esfuerzos
fallidos uno se indigna contra la democracia y está a punto de reconocer las
ventajas de la política autoritaria.
Pero una experiencia de Erich von Holst,
muy sencilla y de gran importancia sociológica, nos demuestra que estamos bastante
equivocados.
Quitó a un gobio (Phoxinus laevis) la porción anterior del cerebro
donde se hallan, por lo menos en esos pececillos, todas las reacciones de
adhesión al banco.
El gobio operado ve, come y nada como sus congéneres
normales y lo único que lo distingue de éstos es que le da perfectamente lo
mismo apartarse del banco sin que nadie lo siga. Lo que le falta es la
vacilación y la preocupación del pez normal, que por mucho que desee nadar en
una dirección determinada, en cuanto ejecuta los primeros movimientos se vuelve
hacia sus compañeros y se deja influir por el número de los que le siguen o el
de los que no le siguen.
Al pez descerebrado por Von Holst eso no le preocupaba
lo más mínimo; y si veía alimento o cualquier otra cosa atractiva, nadaba con
decisión hacia el objetivo y… he ahí que todo el escuadrón lo seguía.
Precisamente el defecto del pez operado lo convertía en jefe.
La acción de la agresión
intraespecífica, al separar y distanciar los animales de la misma especie, es
contraria al instinto gregario, la fuerte cohesión y la fuerte agresión se
excluyen mutuamente. Pero en troquelados menos extremos, ambos mecanismos de
comportamiento puede avenirse. Incluso en las especies que forman multitudes
inmensas, los individuos jamás se acercan más allá de cierto límite unos a
otros, y siempre queda entre dos de ellos un espacio mínimo.
La distancia entre dos
individuos corresponde exactamente a aquella que permitiría a dos animales
tocarse con los picos (proxemia). Inmediatamente después de posarse, los estorninos se
hallan a distancias irregulares unos de otros; pero en seguida empiezan a
picotearse los que están demasiado juntos, y así siguen hasta que entre todos
queda establecida la distancia individual, “prescrita”, como la llama
acertadamente Hediger. (tomar distancia)
Puede considerarse que el espacio cuyo radio determina
la distancia individual, es en cierto modo un pequeño territorio mueble, ya que
los mecanismos de comportamiento garantizan su integridad son en principio los
mismos que delimitan los territorios de la forma dicha. Hay también territorios
verdaderos.
Hemos mencionado, para no
omitir nada, que la adhesión a la manada y la agresión intraespecífica no se
excluyen del todo.
Los mecanismos de formación
de una multitud anónima pueden ser no solamente inhumanos, sino algo
verdaderamente terrible. En la sociedad humana, esos mecanismos están más o
menos ocultos, y en su lugar aparecen relaciones no anónimas, bien organizadas,
entre los individuos; pero hay un caso en que hacen erupción con la fuerza
indomeñable de un volcán dominan por completo
al hombre, dando ocasión a un comportamiento que ya no puede denominarse
humano.
Konrad Lorenz
libro: "Sobre la agresión: el pretendido mal"
Capitulo VIII La multitud anónima (psicosis colectiva: ausencia de cerebro)